El trastorno bipolar y el jet-lag
Si bien comentaba en el post anterior que viajar es totalmente compatible con el trastorno bipolar cuando éste está controlado, hay un «pero» importante que por lo menos en mi caso fue fatal en el progreso de mi enfermedad.
Me refiero al jet-lag, algo que ya de por si puede ser engorroso para mucha gente pero que en el caso de los bipolares puede ser muy peligroso.
Lo que me sucedió a mi es que viajé a Estados Unidos en una época que estaba estable. Un viaje con toda mi familia, con ningún riesgo aparente más allá de no coger sobrepeso con las mastodónticas hamburguesas yankees.
El primer día toda la familia dormimos entre poco y nada y entre regular y mal, cosa que aducimos al citado jet-lag. Pero en los dos o tres días siguientes padres, hermanos y cuñadas fueron recuperando el sueño y yo seguía despertándome a las 5 de la mañana y me ponía a teletrabajar (la dura vida del autónomo que ni en San Francisco puede olvidar su empresa).
Yo (de hecho todos) lo continué relacionando con un jet lag más largo de la cuenta, y quizás era así, pero con jet-lag o sin jet-lag dormir durante diez días menos de 5 horas seguidas es terrible para la mayoría de humanos y catastrófico para un bipolar.
El resultado no se hizo esperar, y a los pocos días de llegar a Barcelona me ingresaban con, hasta la fecha – toquemos madera -, mi último episodio maníaco.
Mi conclusión es clara, se pueden hacer todos los viajes que se quieran, pero cuando hay cambios de horario hay que asegurarse que a los 2-3 días se ha recuperado el sueño. ¿Cómo? Yo diría con un aumento temporal de la medicación, siendo muy estricto con los nuevos horarios y sobre todo si uno se despierta a las 4 de la mañana no ponerse a trabajar, sino quedarse en la cama contando ovejitas para ayudar al sueño a regularse.